Erradicar la cosificación construyendo humanidad

El sábado pasado tuve la oportunidad de asistir a una jornada sobre “Consentimiento y violencia sexual” en la Universidad Blanquerna, como parte del Máster en Violencia Sexual de esta universidad. El evento, coorganizado por las doctoras Berta Aznar y Rosa Cobo, reunió a expertas en la materia como lo son las mismas organizadoras y a otras voces autorizadas como Amelia Tiganus, Kajsa Ekis Ekman, Marina Marroquí y Carmen Ruiz Repullo, que profundizaron en las diversas formas de violencia sexual: cosificación de las mujeres, violaciones y prostitución, entre otras, analizando sus causas y consecuencias y el impacto a nivel individual y social. Se exploraron conceptos clave como el consentimiento, la autonomía, la libertad sexual, el deseo y el placer y se debatió sobre las estrategias para prevenir y abordar estas problemáticas.

CONSECUENCIAS DEL CONSUMO DE PORNOGRAFÍA

La jornada también dedicó un espacio importante a la violencia de la pornografía y su influencia, especialmente en adolescentes y preadolescentes. Las especialistas en el tema describieron las graves consecuencias que el consumo de pornografía tiene a nivel físico, emocional y mental, incluyendo la distorsión de la sexualidad, la afectividad y la igualdad. Se alertó sobre cómo la pornografía afecta la autoestima y la salud mental, especialmente en jóvenes en formación, y se enfatizó la importancia de la visión feminista para analizar críticamente estos contenidos y comprender cómo perpetúan estereotipos y la cosificación de las niñas y mujeres.

RESPUESTAS DESDE EL CULTIVO DE VALORES

Frente a este panorama, se planteó la necesidad de respuestas integrales que vayan más allá de la simple, aunque necesaria, restricción del acceso a las pantallas. Si bien medidas para retrasar y limitar el uso de estos dispositivos son un paso importante, no son suficientes.

Desde mi perspectiva, lo más importante es educar en valores como la autoempatía, la empatía, la autoestima y el respeto, para construir una sociedad donde la dignidad humana sea el valor fundamental. Coeducar desde el amor, en la ternura y la equidad es fundamental en los tiempos que vivimos. Las y los jóvenes necesitan ser conscientes de la dignidad propia y de la que tienen las demás personas, para así transformar la manera en que nos relacionamos y consumimos contenidos. Si aprendemos a vernos y a ver en el otro o la otra a un ser humano digno de amor, con sus propias vulnerabilidades a las que respetar, dificultamos la visión de las mujeres como objetos a los que se pueda humillar, causar dolor y degradar, y la aceptación de la cosificación propia como mujeres, que está tan presente en la pornografía y en las relaciones sexuales. La clave reside en educar la mirada, en cultivar la sensibilidad y la conciencia crítica. Es un trabajo familiar, comunitario y social. Retrasar el uso de pantallas es importante, pero sin una educación basada en estos valores no puede haber una respuesta verdaderamente efectiva.