EMOCIONES EN DANZA
Las emociones surgen como una danza entre nuestro mundo exterior y el interior. Si bien pueden parecer desencadenadas por acontecimientos externos: un comentario hiriente, un gesto de cariño, observar una injusticia…, la realidad es más sutil, ya que es nuestra interpretación personal, el significado que otorgamos a estos eventos, lo que verdaderamente da origen a la respuesta emocional.
También pueden brotar directamente de nuestra mente: un recuerdo, una anticipación del futuro, o una reflexión profunda. En cualquier caso, la emoción no es una simple reacción mecánica a lo que ocurre «ahí fuera», sino que está íntimamente ligada a cómo procesamos y damos sentido a nuestra vivencia.
Esta teoría, aunque no es la única, ofrece una explicación convincente de por qué diferentes personas pueden experimentar emociones distintas ante una misma situación: no es el evento en sí, sino el lente a través del cual lo observamos y la historia personal que traemos a ese momento, lo que determina nuestra respuesta emocional.
También la cultura moldea nuestras emociones y principalmente dicta cómo las expresamos y regulamos. La cultura no solo marca cómo vivimos las emociones, sino que nos transmite reglas diferentes según nuestro sexo. Tradicionalmente, se ha permitido y hasta fomentado que las mujeres expresemos emociones como la tristeza o la ternura, mientras se nos ha criticado por manifestar ira o ambición. En contraste, a los hombres se les ha limitado la expresión de vulnerabilidad o tristeza, pero se ha normalizado su expresión de enojo o agresividad. Esta socialización diferenciada puede tener impactos significativos en el bienestar emocional y en cómo las personas aprendemos a relacionarnos con nosotras mismas y con los demás.
¿POR QUÉ ES IMPORTANTE LA EDUCACIÓN EMOCIONAL?
La educación emocional no trata de reprimir o ignorar las emociones, sino que nos enseña a:
- Reconocerlas: Identificar qué emociones estamos sintiendo y qué las ha provocado, intentando apartar los juicios.
- Comprenderlas: Entender por qué sentimos esas emociones y qué nos quieren decir, qué necesidades las disparan.
- Regularlas: Aprender estrategias para manejar la intensidad de las emociones y expresarlas de manera adecuada, o a retirarnos de una situación.
Por ejemplo, si sentimos ira ante una situación injusta, la educación emocional no va a evitar que sintamos ira, sino que nos ayuda a reconocerla y nos da herramientas para analizar lo que estamos sintiendo, para calmarnos y para expresar esa ira de forma asertiva sin dañar a otros, y sin dañarnos a nosotras mismas.
En una segunda etapa, ese análisis de la emoción nos ayuda a emprender acciones para atender la necesidad subyacente a la emoción.
¿QUÉ HACEMOS EN UN TALLER PARA EDUCAR LA INTELIGENCIA EMOCIONAL?
Dinámicas para el reconocimiento y comprensión de las emociones. Si bien no intentamos adentrarnos en los orígenes personales, lo cual podría corresponder al campo de la psicología, es muy oportuno entender cómo nos afectan los patrones culturales y sociales y nuestras necesidades presentes desencadenantes.
Aprendemos técnicas para gestionar emociones intensas, como la respiración consciente, la relajación progresiva…, la comunicación noviolenta, la capacidad de responder en lugar de reaccionar.
Desarrollamos la capacidad de reconocer emociones en otros a través de su lenguaje verbal y no verbal, y de ponernos en su lugar para comprender sus perspectivas y sentimientos. Empatía.
Practicamos la comunicación asertiva, la escucha activa y la resolución constructiva de conflictos.
Entender y gestionar nuestras emociones es una habilidad fundamental para la vida, especialmente para las madres y padres que desean acompañar el desarrollo emocional de sus hijos e hijas. Un taller de educación emocional ofrece herramientas prácticas para reconocer, comprender y regular nuestro mundo interior, mejorando no solo nuestro bienestar personal sino también la calidad de nuestras relaciones interpersonales. Si te interesa saber más sobre este tema, estos talleres son una excelente manera de comenzar.